La faja roja: entre el
amor y el tejido
Eloísa es una multifacética artista textil, que domina muchísi-
mas técnicas relacionadas a este oficio. Una de ellas es el
tejido a telar “parao”, también conocido como telar mapu-
che. En un cuarto aparte de la casa, junto al fogón, la espera el
telar cuando el calor del verano no le permite estar afuera o
cuando el frío del invierno hace su aparición. “Cuando está
fresco yo voy a la piecita a tejer un rato ahí”, cuenta. En una de
esas temporadas, hizo para su marido una faja roja de denso
tejido, para proteger la zona media de su cuerpo cuando hace
mucha fuerza. Resulta interesante el contraste entre la rudeza
del trabajo de campo, para la cual fue hecha, y la elegancia de
esta hermosa y dedicada faja bordada, la cual es un reflejo del
gran afecto que une a esta pareja hasta el día de hoy.
“¡Es un trabajo, mija querida!”, exclama Eloísa al describir el
largo proceso de construcción de este artefacto. La faja con-
templa 3 metros de largo: “Doblada es un metro y medio pa’
allá, y es un metro y medio pa’ acá”. Su longitud habría exigi-
do una gran habilidad para ir enrollándola cuidadosamente, a
medida que se iba tejiendo, para que no se estropease.
Demoró 15 días en tejerla y, luego de lavarla, dio paso a la
siguiente etapa textil. Sin marcar absolutamente ninguno de
los motivos, comenzó a bordar en punto cadeneta y a una sola
hebra de abajo hacia arriba. “Los jarritos primero”, para conti-
nuar luego con las iniciales del nombre de Hernán (E.A),
finiquitando con un bello ramo de cartuchos. Tardó 5 días en
realizar esta faena.
Para cerrar el proceso, y presentar como es debido esta
elegante y particular pieza textil, planchó la faja con un trapito
mojado y arregló el largo de los flecos como último paso.