Esmeralda dio la vuelta y cambió de inmediato su expresión. En ese
instante se acercó a Morgan.
—En verdad necesito tu ayuda.
Él, con el rostro serio, inclinó nuevamente la mirada al suelo.
—Yo... Yo no sé qué hacer —expresó confundido.
—Morgan, sé que para ti es difícil digerir toda esta información,
pero conozco a Caluti mucho más tiempo que tú. Sé muy bien de lo que es
capaz. Si no hacemos algo ahora... muchas personas serán sacrificadas;
morirá más gente de lo que te puedas imaginar.
El chico abrió más grande los ojos, mirándola con sorpresa y miedo.
—¿A qué... te refieres?
—Si te lo digo no me creerás. Realmente no quería hacer esto, pero
no me dejas otra opción.
Ella caminó hacia la pared, deslizó la puerta de uno de los casilleros
metálicos, y sacó una caja transparente de veinte centímetros.
—Ven, Morgan... Acompáñame.
La chica se dirigió a la mesa que se encontraba al lado del sillón
negro. Una vez allí, desparramó con su brazo las cosas que estaban encima.
Al hacer eso, cayeron tanto la botella de vino como el tablero de juegos
estratégicos. Boldort saltó hacia el envase evitando que este tocara el suelo.
Para su suerte la botella estaba tapada, pero en su rostro había una mezcla
de susto y alivio.
—Esta bebida tan añejada, proveniente de los mejores viñedos de la
región de Estrexia, fue un regalo de mi preciado abuelo —comentó el
Raxán.
Después de decir eso, se alejó a unos metros frotando el envase con
cariño. Todos lo ignoraron. Esmeralda colocó la caja transparente sobre la
mesa y la abrió inmediatamente. Dentro de ella había un tubo de vidrio que
contenía un líquido azul con una jeringa al lado.
—¿Qué es eso? —preguntó Morgan con temor.
Esmeralda cogió la jeringa y se dispuso a extraer el líquido del tubo.
Samuel empezó a recoger las piezas del tablero que se habían esparcido por
el suelo. Este quedó sorprendido al ver que en ellas estaban escritos muchos
nombres; uno de los peones del juego tenía el nombre de Magnus, sin