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ide
as
bri
llan
tes
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la digitalización sea variable:
muy específico para los espe-
cialistas, pero muy versátil para el
trabajo no cualificado. La acumula-
ción de conocimientos y habilidades
tenderá a hacer el trabajo más
vinculado a un solo propósito para
la empresa y a elevar su precio, mientras que la exten-
sión de la informática puede ayudar a hacer más versátil
la mano de obra sin cualificar y, por lo tanto, a ralentizar
la subida de salarios y la mejora en las condiciones de
trabajo. Es posible, en consecuencia, que la digitalización
tienda a polarizar los mercados laborales en dos segmen-
tos bien distintos según las habilidades (véase D. Guellex
y C. Paunov, “Digital Innovation and the Distribution of
Income”, NBER, WP 23987, 1917) y a acentuar así la
desigualdad en la distribución del ingreso. Este fenóme-
no ocurre ya
desde hace
tiempo en el
mercado
laboral norte-
americano y en
otros muchos.
Sin embargo,
la influencia
que la digitali-
zación vaya a
tener sobre la
economía en su
conjunto no
dependerá solo
de su efecto
sobre los
costes de
transacción
internos de las
empresas, sino
también de la
actitud de los
políticos y los
reguladores y
de las condi-
ciones de la
competencia.
Lo primero es inescrutable (aunque sea fácil sospechar
que los políticos no van a renunciar al control y el asalto
fiscal), pero la segunda, la competencia, podría intuirse
que va a ser favorecida por el cambio, porque la digitali-
zación es muy probable que disminuya las barreras de
entrada en casi todos los mercados. La cibernética
cumple las cuatro condiciones para ser lo que los exper-
tos denominan una tecnología de uso general, o GPT en
sus siglas en inglés, similar a lo que supusieron en su
tiempo el vapor, la electricidad, o los semiconductores.
Las GPT se difunden a través de un frente muy amplio de
la economía, sin apenas dejar sector alguno sin afectar;
muestran un gran potencial de mejora, de forma que su
aplicación va acompañada casi siempre de perfecciona-
mientos; genera grandes complementariedades con
soluciones técnicas ya existentes y, finalmente, muestra
grandes economías de escala, es decir, su adaptación
reduce el coste de su sucesiva expansión y revela muchas
más oportunidades para el cambio.
Dado su vínculo con el conocimiento, el coste de la
digitalización proviene fundamentalmente de su genera-
ción y la I+D que requiere, pero en su aplicación se porta
muchas veces como un bien no rival, es decir, cuyo consu-
mo una vez producido no excluye a ningún usuario (por
ejemplo, un libro no se gasta después de que alguien lo
lea, a diferencia de un pastel, que desaparece una vez
comido). Por lo tanto, se asemeja a un bien público al
alcance de cualquiera. El cambio digital reduce los costes
de transporte y los de selección y búsqueda de las empre-
sas y, permite, además, mejorar el conocimiento de las
partes en una transacción tanto dentro como fuera de un
negocio.
En resumen, la digitalización disminuye los requisitos
de entrada para nuevas empresas en los mercados y la
disminución de las barreras, siempre que los Estados no
lo impidan, lo que se traduce en que cada nuevo entrante
(o, simplemente, la amenaza de que pueda haberlo) fuerza
a los incumbentes a mantener los precios cercanos al
nivel de competencia. Las tasas de entrada a los mercados
de nuevos competidores suelen ser más altas en indus-
trias como las comunicaciones o los servicios informáti-
cos, donde la digitalización es más intensa, y mucho
menor en actividades como las manufacturas tradiciona-
les o la construcción, en las que está menos desarrollada
(L. Klapper, L. Leaven y R. Rajan, “Business Environment
and Firm Entry”, NBER, WP 10380, 2004).
En resumen, la innovación digital tendrá sobre los
mercados una
doble influen-
cia. Por una
parte, tenderá
a la concentra-
ción empresa-
rial por la
complejidad y
especificidad
de los nuevos
activos, pero,
por la otra, su
vínculo con el
conocimiento
hará más
accesible el
mercado a
nuevos entran-
tes. No es
probable que
los grandes
gigantes
tecnológicos
desaparezcan
(a no ser que
los Gobiernos
quieran des-
truirlos con
sus políticas fiscales y regulatorias). Pero tampoco es
difícil suponer que la nueva técnica acelere la destrucción
creativa en casi todos los sectores. Como todos los cam-
bios técnicos anteriores, la revolución digital nos expone
otra vez a la incertidumbre.
El riesgo mayor es, de todos modos, que algún planifica-
dor/regulador se crea con poderes extraordinarios para
predecir el desarrollo óptimo de las nuevas empresas. Con
el potencial para el cambio de la digitalización, se vuelve
cada vez más necesario que sea el propio empresario el
que descubra las oportunidades y desarrolle los planes.
Esto atañe también al factor trabajo, cuyo papel en la
economía digital va ser muy diferente al actual, y es
imprescindible difundir la idea de que, sea cual sea el
sentido del cambio técnico, es responsabilidad fundamen-
tal del que quiera vender sus habilidades laborales en el
futuro que las haya adquirido previamente en el sistema
educativo. Es un buen principio que los contribuyentes
apoyen tan generosamente como lo hacen ahora a la
enseñanza pública, pero la responsabilidad última de la
adaptación es del mismo vendedor del factor, esto es, del
trabajador.
Como siempre en la sociedad abierta de mercado, nos
enfrentamos a la incertidumbre. Es difícil predecir si el
futuro será de los grandes conglomerados empresariales
o si volveremos al viejo arreglo medieval, pero lo que es
seguro es que la transformación tendrá lugar con relacio-
nes laborales nuevas y en sectores y productos que ni
siquiera nos imaginamos ahora. Tenemos que
seguir reinventándonos.
SE VUELVE
CADA VEZ
MÁS NECESARIO
QUE SEA
EL PROPIO
EMPRESARIO,
Y NO EL
POLÍTICO,
QUIEN
DESCUBRA LAS
OPORTUNI-
DADES Y
DESARROLLE
LOS PLANES
LA FUERZA
LABORAL
TENDERÁ A
POLARIZARSE
EN DOS
SEGMENTOS
BIEN DISTINTOS
SEGÚN LAS
HABILIDADES
Y A ACENTUAR
LA DESIGUALDAD
DE INGRESO
LA DIGITA-
LIZACIÓN
FAVORECE
LA CONCEN-
TRACIÓN
EMPRESARIAL,
PERO TAMBIÉN
REBAJA LAS
BARRERAS
DE ENTRADA
AL MERCADO
Y ACELERA
LA DESTRUC-
CIÓN
CREATIVA
EL ESTADO
DEBE IMPULSAR
LA ENSEÑANZA
PÚBLICA,
PERO LA
RESPONSA-
BILIDAD ÚLTIMA
DE LA
ADAPTACIÓN
AL NUEVO
ENTORNO
CORRESPONDE
AL TRABAJADOR
No es probable que los grandes gigantes tecnológicos desaparezcan, a no ser que los Gobiernos
quieran destruirlos con sus políticas fiscales y regulatorias. En la imagen, los fundadores de Amazon y
Facebook, Jeff Bezos y Mark Zuckerberg.
Sin reparos
Incerti
dumbre
digital