A C T U A
L I D A D
E C O N Ó
M I C A
20
CÓMO INTER-
NET NOS HACE
DESIGUALES
se el mercado? No, porque
para el cliente es más
cómodo que estén pegadas:
así, si no encuentra algo en
una, se va a la de al lado
dando un paseo. A los
empleadores también les
resulta más fácil localizar
obreros cualificados y a los
obreros cualificados,
empleo. Lo mismo ocurre
con los proveedores. Por
último, la difusión del
conocimiento es más
rápida.
Pero en la economía del
conocimiento se funciona
con ideas y portátiles, no
con tablones y sierras. Los
clientes están a un clic de
distancia. Y los productos
consisten en aplicaciones o
series de televisión que
viajan por el ciberespacio,
no por tren o carretera.
¿Qué más da donde
estemos? Silicon Valley no
debería existir. Sin embar-
go, es una obstinada
realidad. ¿Por qué?
Puede que las economías
de aglomeración sean
“Internet, el correo electró-
nico y los móviles han
democratizado el acceso a
la información”, dice Enrico
Moretti (Milán, 1968) en
Econ Focus, la revista del
Banco de la Reserva
Federal de Richmond. Esto
debería hacer irrelevante el
lugar de trabajo. En teoría,
si se dispone de una
conexión de datos y un
ordenador, da igual que se
esté en Bután o San Diego.
Pero no es así. El tipo de
empleo, de salario y de
carrera varía cada vez más
de una ciudad a otra.
Nunca importó tanto
donde uno resida.
Estas desigualdades
regionales no son una
novedad. Las llamadas
“economías de aglomera-
ción” hacen que las
empresas se agrupen
sectorialmente. Cuando
viajas por Toledo solo ves
fábricas de muebles. ¿No
tendría más sentido que se
dispersaran, para repartir-
menores que en la era
industrial, pero no han
desaparecido y las peque-
ñas ventajas de partida se
acumulan hasta abrir
brechas considerables.
Pensemos en dos alumnos
de primaria, uno nacido en
febrero y otro en noviem-
bre. Físicamente son
parecidos, pero es proba-
ble que el profesor de
gimnasia elija para el
equipo de hockey al
primero, que está unos
meses más hecho. En
consecuencia, recibirá un
entrenamiento que hará
que, al año siguiente, se le
vuelva a escoger. Así, curso
tras curso, lo que no era
más que una modesta
diferencia de edad se
agrandará y, al final, como
observa Malcolm Gladwell
en Fuera de serie, te
encuentras con que “en
cualquier club de la élite
del hockey [de Canadá] el
40% de los jugadores habrá
nacido entre enero y marzo
[y apenas] el 10% entre
octubre y diciembre”.
Con las ciudades ocurre
igual. Cuando William
Shockley se mudó a Palo
Alto, allí no había más que
almendros. Pero su labor
pionera arrastró a un
puñado de ingenieros, cuyo
éxito animó a otros, que a
su vez atrajeron a más y,
poco a poco, fue erigiéndose
un formidable ecosistema
que es como un imán para
los inversores. Esta espiral
se autoalimenta con una
intensidad desconocida en
términos históricos.
“Cuando se analizan los
principales campos [de la
economía del conocimien-
to]”, dice Moretti, “se aprecia
una aglomeración de
inventores asombrosa. En
ciencia de la computación,
las 10 primeras ciudades
concentran el 70% de toda
la innovación, medida por
las patentes. Para los
semiconductores, es el 79%.
Para biología y química, es
el 59%. Esto significa que
las 10 primeras ciudades
generan la inmensa
mayoría de los avances. Y la
cuota no ha hecho más que
aumentar desde 1971”.
En consonancia con su
mayor productividad, los
residentes de estas capita-
les punteras perciben
generosas retribuciones,
muy superiores a las de sus
compatriotas, que los ven
prosperar mientras ellos
languidecen, y esto no
carece de implicaciones
políticas. ¿Se han pregunta-
do quiénes son los que
votan por Trump en
Estados Unidos, Le Pen en
Francia y el brexit en el
Reino Unido?
Pul
sa
cio
nes
LA AMAZONÍA ES
UN PRECIOSO RE-
CURSO ECONÓMICO
La histeria estival plane-
taria sobre los incen-
dios en la Amazonía ig-
nora muchas
llamaradas de realidad
que la ideología radical
ecologista pareciera
querer sofocar, empe-
zando por la más obvia:
la selva tropical es, ade-
más de un espacio
apreciado como san-
tuario natural por los ri-
cos occidentales, un re-
curso importantísimo
que permite salir ade-
lante cada día a buena
parte de las seis millo-
nes de familias que vi-
ven de la agricultura en
Brasil. Si bien los incen-
dios han aumentado es-
te año en relación al pa-
sado, tanto la cifra de
focos como la superfi-
cie quemada son, se-
gún la NASA, básica-
mente las mismas que
en 2016 y ligeramente
inferiores a la media de
los últimos 15 años. Mu-
chos de estos fuegos
tienen su origen en la
quema de pastos lleva-
da a cabo por familias
humildes, para estimu-
lar las siembras y man-
tener las plagas bajo
control. De hecho, en
contra de lo que se su-
giere en la mayor parte
de medios de desinfor-
mación, los incendios
actuales no tienen lugar
en el corazón de la sel-
va, sino en tierras limí-
trofes que ya habían si-
do taladas y cultivadas.
LA MEJOR FORMA DE
COMBATIR EL FUEGO
y contribuir a la preser-
vación de la Amazonía
no es provocando hu-
mo amarillista, sino de-
fendiendo el desarro-
llo. Al igual que otros
países, Brasil ha redu-
cido la deforestación a
medida que su pobla-
ción se ha enriquecido.
Todo el que ha vivido
en un país pobre sabe
por qué: el bosque es
una fuente de materias
primas, principalmente
energéticas y agríco-
las, para las personas
que no tienen una ocu-
pación más producti-
va. El umbral de renta
por encima del cual se
deja de usar el bosque
principalmente como
materia prima se sitúa
en torno a los 3.100
dólares anuales. En su
día, en Europa talamos
y calcinamos todo lo
que quisimos. Luego,
nuestro nivel de desa-
rrollo nos permitió de-
sinteresarnos del bos-
que como fuente
energética y agrícola,
iniciándose la senda de
recuperación forestal
que hoy continúa.
Ahora les decimos a
los brasileños con el
habitual tono de supe-
rioridad colonialista
que ellos no tienen de-
recho a hacer lo que
nosotros hicimos y que
deben abstenerse de
usar su selva. A co-
mienzos de este año,
Jair Bolsonaro contes-
tó en el Foro de Davos
que la protección del
ecosistema brasileño
tiene que ser compati-
ble con el desarrollo y
lo crucificaron. La hi-
pocresía de los ecolo-
gistas occidentales es
incombustible.
EXCLUIR A BRASIL
DEL TRATADO DE
Mercosur con la UE, co-
mo ha llegado a sugerir
Emmanuel Macron,
tampoco mitigaría los
incendios y provocaría
un aumento de la agri-
cultura de subsistencia,
que incrementaría la
presión sobre el bos-
que tropical. Para quie-
nes queremos conser-
var la Amazonía y
respetamos la legítima
aspiración a prosperar
y abandonar la pobre-
za de sus habitantes,
nos queda la defensa
del libre mercado, ese
gran aliado del progre-
so y de los bosques.
SIN PELOS EN
LA LENGUA