—Entiendo. Ahora mismo iré al laboratorio —dijo, colgando el
teléfono.
La farmacéutica, según palabras de Caluti, fue fundada por él hace
treinta y cinco años. Tras cambiar su nombre de Francisco Cataldi a Arturo
Caluti, fundó la empresa con el pretexto de que su prioridad sería la
fabricación de medicamentos para el bienestar terapéutico de los eumarios.
Sin embargo, esta era solo una fachada para encubrir las verdaderas
actividades que se llevaban a cabo a expensas del gobierno.
La empresa era en realidad un cuartel militar secreto que había
trabajado durante años en desarrollar personas con capacidades
sobrehumanas. Morgan era uno de ellos, un joven sin hogar, familia ni
recuerdos, que contaba con todo lo necesario para convertirse en uno de los
cinco experimentos exitosos, clasificados con rango A en términos
militares, capaces de matar sin pistolas de plasma.
Las antiguas armas de fuego habían dejado de fabricarse hacía tanto
tiempo que casi nadie recordaba cómo eran en realidad, enseñadas en las
escuelas como armamento prohibido. Lo más cercano que los eumarios
conocían eran las pistolas de bengala, las cuales sí estaban permitidas.
Caluti afirmaba que Morgan era un arma humana capaz de hacer frente al
armamento convencional de la época.
El magnate ingresó en su farmacéutica, que parecía una empresa
ordinaria. Pero una vez dentro de una habitación secreta, descendió diez
pisos por un ascensor y el lugar se transformó por completo. Había muchas
personas vestidas de blanco, armas con tecnología avanzada, humanoides
inactivos con etiquetas que indicaban ERROR y un constante flujo de
militares moviéndose de un lado a otro.
Cuando Caluti entró por la puerta principal, los militares lo
saludaron con un gesto de subordinación, llevando sus manos a sus frentes.
Vestían trajes negros con líneas naranjas en diversas zonas y llevaban el
logo de la letra C en sus cascos.
Se acercó a él un hombre de contextura delgada, de unos setenta
años y más bajo que Caluti. Tenía el cabello canoso, así como la barba y el
bigote. Llevaba un uniforme blanco y lentes redondos y transparentes.