Návila caminaba malherida en ese mismo lapso.
—¡Demonios!... ¡Militares estúpidos! Una de sus malditas balas me
alcanzó —Se quejó ella rengueando entre los escombros con una herida de
bala en la pierna izquierda.
La mujer encontró una pequeña pared gris casi completamente
destruida, cuya estructura era de un metro de alto. Ella se sentó en el suelo y
reposó su espalda contra esta. Sin embargo, a unos cinco metros se
empezaron a mover varios trozos caídos de muros, y quien salía desde abajo
era Lucas. El gemelo hizo a un lado los escombros, mientras lentamente se
levantaba con el traje de grafeno activado.
—Esto tiene que ser una broma —Se quejó Návila al ver la silueta
acercándose.
Como todo ardía a su alrededor, ella no tenía manera de escapar.
Incluso su ametralladora había caído a unos metros, quedando bajo
maderas, rocas y vidrios rotos. Lucas desactivó su casco y se sacudió el
polvo en varias zonas de su traje, entonces comenzó a hablar mientras se
aproximaba cada vez más a la mujer.
—Al fin te encuentro, Návila.
—¡Maldita sea! —exclamó con el ceño fruncido y mucho dolor en
el tobillo, miraba de un lado a otro buscando alguna vía de escape, pero
Lucas ya estaba frente a ella. Él agarró un trozo grande y grueso de piedra
que yacía al costado, y lo levantó con el fin de aplastarla. Ella se arrastraba
intentando alcanzar su ametralladora. El gemelo se veía muy enojado y
decepcionado.
—Návila, no quería hacer esto, pero no tengo otra opción.
Mientras se arrastraba, Lucas la alcanzó y, sin ningún tipo de
compasión, pisó la herida de su tobillo. La mujer comenzó a exclamar de
dolor con gritos desgarradores. Al escuchar esos clamores, Lucas recordó la
conversación que había tenido con Kun, cuando le dijo: "solamente seremos
capaces de conocernos a nosotros mismos... cuando nos veamos envueltos
en una situación difícil... Es allí donde mostraremos nuestra verdadera
naturaleza”.