muerte, distintas situaciones en el ámbito laboral (máxima competividad, búsqueda de mayor
rentabilidad y productividad empresarial, paro, introducción de nueva tecnología...). Existen dife-
rencias de género, de edad y generación, clase social, etnia, forma personal de integrar los dife-
rentes roles o papeles sociales, proyecto personal y organización de la propia vida.... Cada perso-
na es única e irrepetible.
Suele darse una cierta acomodación: Con la edad se da una menor discrepancia entre aspira-
ciones y logros, hay un mayor ajuste a las situaciones, se reducen las diferencias de género, etc.
A partir de los 40 las personas suelen hacer, en un momento u otro, un cierto balance de la vida
y se suelen plantear que hacer con el resto de sus días.
Las mujeres adultas conciben la salud de forma más amplia, global y holística, como equilibrio
dinámico, vinculando lo psíquico y lo físico, lo personal, lo familiar y lo social, con creciente
importancia de la salud y los cuidados personales y de espacios marcados por los roles laborales
del trabajo fuera del hogar. Las representaciones sociales masculinas son algo más reductoras,
individualizantes y orgánico-físicas, es decir, la salud se concibe como fenómeno básicamente
individual, de manera física y que se expresa como no-presencia de enfermedades orgánicas.
(CIMOP, Madrid 2000).
El ideal de vida saludable, aparece en las mujeres de más de 50 años vinculado a lo afectivo-
familiar-personal, y en las de menor edad con una idea de salud más personalizada y centrada
en la búsqueda del equilibrio personal, muchas veces en el marco del espacio urbano y de la
doble jornada que viven un amplio número de mujeres. Para los hombres este término tiene
menos fuerza, la vida sana se vincula más al entorno y al medio ambiente; en cambio adquiere
más presencia el de hábitos saludables.
Respecto a estudios anteriores en las mujeres crece la idea de la promoción del equilibrio inte-
gral y se mantienen la adhesión a campos amplios de intervención en la línea de la promoción
de la salud y en los hombres permanece la idea de la prevención específica de enfermedades
particulares.
Según los citados estudios, para los hombres el trabajo se coloca en el primer plano de preo-
cupación y la situación socio-laboral condiciona cómo viven y se colocan frente a la salud. El
miedo que provoca la presente situación de crisis económica, paro,... lleva a muchas personas de
las clases medias y bajas a despreocuparse de la propia salud e incluso al ocultamiento de posi-
bles problemas, así como al desarrollo de respuestas de estrés y ansiedad.
Además de los factores socioculturales y representaciones sociales ya citados, en el desarrollo
de estilos de vida influyen otro tipo de factores:
· Factores del entorno próximo: lo que las demás personas esperan de mí, la influencia fami-
liar, el tipo de trabajo que se realiza, las redes sociales existentes, los recursos disponibles:
disponibilidad de alimentos, oferta de clases de gimnasia, aerobic, yoga, etc., zonas verdes
y caminos para pasear, oferta de actividades de ocio y tiempo libre, etc.
· Factores personales: los conocimientos generales sobre la salud y sobre temas específicos
(alimentación, ejercicio...), la autoestima, capacidades de comunicación, los gustos de cada
cual, el propio proyecto de vida...
· Factores relacionados con comportamientos concretos: consumo de tabaco, comporta-
miento alimentario, práctica de ejercicio físico, afrontamiento del estrés, consumo de alco-
hol, etc.