DE_2009_salud_cardiovascular

(tlittels) #1

LIBRO DE LA SALUD CARDIOVASCULAR


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El consumo habitual de nueces, que son fuente de
ácidos grasos insaturados, fibra y vitamina E, ha mostrado
una reducción del riesgo de episodios cardiovasculares en
numerosos estudios contrastados.


Vino tinto


Los griegos afirmaban que el vino era una bebida civili-
zada y, según su mitología, Dionisos es el primer elabo-
rador y escanciador de vinos. El filósofo español Séneca
decía que «el vino lava nuestras inquietudes, enjuga el
alma hasta el fondo y, entre otras virtudes, asegura la
curación y alivia la tristeza». El vino es, si cabe, uno de los
alimentos más simbólicos, en mayor medida que el pan y
el aceite, porque conlleva una gran espiritualidad. El vino
va a estar siempre entre lo saludable y lo abominable.
Es como el dios Jano, tiene dos caras: poco y moderado,
para bien; mucho, para mal.
El vino no sólo tiene alcohol. Los vinos tintos con-
tienen compuestos fenólicos (polifenoles) que poseen
propiedades antioxidantes y ejercen una acción vasodila-
tadora e hipotensora en dosis moderadas. El resveratrol
es un antioxidante natural encontrado en el vino con pro-
piedades protectoras de las células, y en concreto de los
riesgos de eventos cardiovasculares. También se está estu-
diando su efecto en el tratamiento de algunas leucemias.
Un consumo moderado de vino reduce la mortali-
dad por enfermedad cardiovascular. En un estudio sobre
490.000 hombres y mujeres, hecho a lo largo de nueve
años, las tasas de mortalidad por estas patologías fueron
un 30-40% inferiores en aquellos individuos que tomaban
una bebida al día (125 cm^3 ), respecto a quienes no bebían.
Esto se debe al efecto favorable que el alcohol tiene sobre
los marcadores lipídicos, antioxidantes y antiinflamatorios.
No obstante, dado que el alcohol condiciona
muertes por violencia, cirrosis, accidentes de todo tipo y
algunas clases de cáncer, las sociedades internacionales
médicas recomiendan no más de 125-150 ml o cm^3 al día
en mujeres y no más de 250-300 en hombres, y siempre en
las comidas.
También se ha visto que en los sujetos diabéticos que
consumen moderadamente vino tinto en las comidas, se
reducen significativamente el estrés oxidativo y las sustan-
cias ligadas a la inflamación de las arterias, de manera que
mejora la función cardíaca. Incluso se ha observado
que su consumo moderado en pacientes diabéticos que ya
han sufrido un infarto de miocardio actúa como preven-
ción de complicaciones.


Al igual que un bajo o moderado consumo de vino
disminuye el riesgo cardiovascular en pacientes diabéti-
cos, uno elevado induce un aumento de lípidos en la san-
gre (colesterol), hipertensión arterial, así como un riesgo
elevado de síndrome coronario agudo (angina de pecho,
infarto de miocardio o muerte súbita).

Legumbres, hortalizas y verduras
Las legumbres secas son otro elemento fundamental de
la dieta mediterránea. Volviendo otra vez a la historia,
en Egipto la lenteja era un alimento de uso común. Se
han encontrado semillas en las tumbas de la Dinastía XII,
que se remonta aproximadamente al año 2200 antes de
nuestra era. Asimismo, las ofrendas funerarias halladas
en Draja Abou consistían en una especie de pasteles
hechos con lentejas hervidas. En un fresco de la época
de Ramsés III (año 1200 a. C.), se observa a un sirviente
agachado ante una marmita, ocupado en cocer lente-
jas. Su consumo viene, por tanto, desde los más remotos
tiempos.
La dieta española ha sido rica en garbanzos, judías y
lentejas, pero su consumo ha disminuido en la actualidad.
Estos productos poseen un alto contenido en hidratos de
carbono y apenas presentan grasas. Su contenido en pro-
teínas varía del 17 al 25% y, al ser de origen vegetal, dichas
proteínas son de menor valor biológico que las de proce-
dencia animal, pero combinándolas con otros alimentos,
pueden incluso sustituir a las carnes. Son fuente de vita-
minas del complejo B, fundamentalmente de niacina y
tiamina, así como de sales minerales, de calcio y hierro. Su
cáscara es de fibra y no se digiere por su alto contenido en
celulosa; este hecho tiene un gran valor en la regulación
del tránsito intestinal. Un gran número de vegetarianos
son normotensos.
Las verduras y hortalizas frescas son otro ele-
mento primordial en la dieta mediterránea, ya que
además agregan su alto contenido en fibra vegetal y
vitaminas. Se conoce con el nombre global de hortaliza
aquel alimento procedente de las diferentes partes de
las plantas de la huerta: hoja, tallo, semilla, flor, fruto,
raíz y tubérculo.
Todos los vegetales tienen un alto contenido en
agua, que llega a ser el 70-95% de su peso. De los compo-
nentes sólidos, hay que destacar los hidratos de carbono
en forma de almidones, azúcar y celulosa. Tienen escasas
proteínas e inapreciables grasas (80-90% de agua, 2-15%
de hidratos de carbono y menos de un 2% de proteínas).
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